La Convención sobre los Derechos del Niño, fue ratificada por Chile en 1990, desde ahi en adelante en nuestro país a sido una de las problemáticas relevantes el trabajo infantil y particularmente aquellas practicas que se encuentran dentro del marco del Convenio 182 de la OIT donde se establecen y visualizan las peores formas de trabajo infantil.
En términos generales actualmente en el mundo hay 215 millones de niños(as) y adolescentes entre 5 y 17 años que trabajan, más de la mitad de los cuales lo hace en actividades peligrosas.
En Chile, según la Primera Encuesta Nacional sobre Trabajo Infantil, realizada el año 2003 por el Ministerio del Trabajo, el Instituto Nacional de Estadísticas y la OIT, trabajan 196.104 niños y adolescentes de entre 5 y 17 años. Asimismo, según un estudio realizado por la OIT y el Sename (2003) había en el país 3.719 menores de edad afectados por la explotación sexual comercial (ESC), que cae dentro de las peores formas de trabajo infantil.
Las principales consecuencias del trabajo infantil son: el sufrimiento físico, psicológico y moral. A esto sumamos el distanciamiento de la educación, que será a su vez una de las causas de su pobreza futura. Este último factor determina directamente las posibilidades de obtener mejores oportunidades en su vida adulta como por ejemplo, poder optar a un “Trabajo Decente”.
Son especialmente nocivas las prácticas de trabajo infantil asociadas a la ESC, que se dan en un contexto de vulnerabilidad, dependencia económica, invisibilizado el daño y la condición de victima de los niños y niñas.
En términos generales actualmente en el mundo hay 215 millones de niños(as) y adolescentes entre 5 y 17 años que trabajan, más de la mitad de los cuales lo hace en actividades peligrosas.
En Chile, según la Primera Encuesta Nacional sobre Trabajo Infantil, realizada el año 2003 por el Ministerio del Trabajo, el Instituto Nacional de Estadísticas y la OIT, trabajan 196.104 niños y adolescentes de entre 5 y 17 años. Asimismo, según un estudio realizado por la OIT y el Sename (2003) había en el país 3.719 menores de edad afectados por la explotación sexual comercial (ESC), que cae dentro de las peores formas de trabajo infantil.
Las principales consecuencias del trabajo infantil son: el sufrimiento físico, psicológico y moral. A esto sumamos el distanciamiento de la educación, que será a su vez una de las causas de su pobreza futura. Este último factor determina directamente las posibilidades de obtener mejores oportunidades en su vida adulta como por ejemplo, poder optar a un “Trabajo Decente”.
Son especialmente nocivas las prácticas de trabajo infantil asociadas a la ESC, que se dan en un contexto de vulnerabilidad, dependencia económica, invisibilizado el daño y la condición de victima de los niños y niñas.
Es importante poder diferenciar la ESC y el abuso sexual, para potenciar una persecución jurídica que promueva una sanción más eficiente de este tipo de delitos
La principal diferencia radica en que en la ESC se utiliza una promesa de retribución económica como elemento fundamental para persuadir, chantajear y forzar a los niños y niñas a involucrarse en actividades sexuales.
No existen argumentos validos ni esteriotipo que puedan hacernos naturalizar esta explotación, es por eso que es tan necesario denunciar y tratar este tema, el silencio es el mejor aliado de la explotación infantil.
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